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lunes, 12 de septiembre de 2011

Proezas en Nueva York

Es un partido formal el que proponen en un inicio, Federer y Djokovic. No arriesgan en sus golpes, no recorren con fuerza el campo de juego y tampoco miran con fiereza desmesurada a su oponente.
Los golpes que devuelven, parecen seguir un plan pactado por ellos mismos. Como una ceremonia ideada entre ambos, ya sea para un concierto antiguo que no existe más, o una guerra fría cuyas luchas más importantes se dan en campos distintos al principal. Son cientos de espectadores los que se encargan de buscar en las afueras por lo que no se ve adentro.

- Están en el grandstand - dice uno de los asistentes, señalando la cancha equivocada.

Ambos tenistas disparan, pero no les es posible encordar ni un poco de la magia que se necesita en estos encuentros; ni siquiera, un truco simple, capaz de ser desentrañado por el espectador que sigue con atención el partido.
Pegan, pero para ellos mismos. Golpean la pelota, sí, pero son como cañonazos de salva saludando a la escuadra enemiga antes del combate.
¿Se estudian? Nunca tanto, se conocen demasiado. Podría ser más bien, un repaso final de la lección aprendida. Solo eso.

Recién en el quinto game se sueltan de sus amarras y empiezan a proponer a la vez, golpes de puño y formas bellas que evolucionan en el aire. Eso es el tenis. La geometría siendo ideada para ser llenada casi de inmediato con el músculo.
Ambos van sumando sobre su juego. Haciéndose fuertes con el servicio.
Roger Federer podría mover a sus rivales en un espectro de 180 grados, y de 360 grados también, si las reglas de tenis se lo permitieran. Porque su humanidad, eso ya lo sabemos, le permite esas proezas.
Dominador tanto de la geometría plana como de la espacial cuando lo quiere así, desarma su golpe a veces en varias partes, para confundir al rival que tiene al frente y que le da la espalda a su vez, sin saberlo.
El suizo pareciera haber estudiado la geometría desde su principio en el tiempo, con los egipcios, y luego también haberles terminado por enseñar a ellos, lo que el mismo con la práctica y ya no con la teoría pura, había descubierto.
El fuego, su propio fuego, sería descubierto también en el Wimbledon del 2003.

Djokovic por su parte, siempre siguiendo, persiguiendo y repitiendo a su rival. Siempre imitando y mejorando. Aprovechándose del otro, pero para bien, para crear finalmente algo mejor.
Nunca dejando de seguir a su presa hasta la prehistoria. Reuniéndose en torno a los lechos de los ríos ya extintos y de los cassettes de vhs con las mejores jugadas de Federer, cuando aquel aún no era el Federer que todos conocemos.
Nole sigue reconociendo en la margen izquierda del río suizo que cruza, una oportunidad. Viendo en el terreno tanto de arcilla, de grass o del mismo US Open, las huellas y marcas características que deja Roger.
Hasta allí lo sigue al suizo. Hasta allí llega y encuentra a un Federer de veinte años. Tan insistente es el serbio en encontrar a su rival, que a veces lo memoriza lo suficiente, para poderse permitir continuar en su búsqueda al momento de cerrar los ojos. Su tenis así, no deja nunca de seguir sumando horas.

Mientras el primer set continúa su curso, los rivales persisten yendo de proeza en proeza. Juntando momentos que simplemente quedan fundidos, más que grabados.
Así llegan hasta el tie break, con Federer manejando una leve iniciativa que le da el poder sacar primero. El suizo se agarra de esos filamentos que sobran de la prenda hecha y desde allí, en solo un instante, lo descose por completo a Djokovic. Le gana la primera manga.

En el segundo set, Federer rápidamente quiebra a Nole. Sus decisiones son mejores y afectan el juego ya armado del rival. Se adelanta por unos pequeños instantes a la pelota que le mandan. Hay intuición de parte de Roger en estos momentos. Aquel se ha dado maña para construir un camino distinto, en ese enorme juego cerebral que desarrolla. Un camino hecho de ladrillos amarillos desde el Peekskill de Baum hasta el Queens de Federer. Una senda que el suizo sabe caminar sin ningún problema, porque ya es suya y siempre fue suya.
La diferencia comienza en el primer servicio de Federer y en la efectividad del mismo. Aún cuando un incidente surgido en los altos del estadio lo desconcentra lo suficiente para perder su servicio, el suizo tiene suficiente bagaje para quebrarlo de nuevo al serbio como inmediata respuesta. El helvético gana la segunda manga y se pone cada vez más cerca de otra proeza.

El serbio pareciera haberse quedado demasiado tiempo viendo los viejos videos de Federer, sin haber prestado la suficiente atención a este nuevo sparring que se le planta en la cancha central. Luce cansado solo en lo visual, como si el fruto de su cansancio fuera el trasnochar estudiando al rival desde una televisión prendida en su cuarto de hotel. Estudiando obsesivamente, hasta que las barras de color (SMPTE) de las televisoras lo despidieran en la noche y le volvieran a dar la bienvenida en la mañana.
Sus ojos pegados a esa pantalla, totalmente hipnotizados por el recuerdo de un Federer distinto al de hoy. Como si Nole estuviera imaginando jugar con el Roger de ayer y no con el rival actual.
El suizo le gana los dos primeros sets al serbio. Y aquel pierde ante dos rivales que son el mismo, que terminan jugando distinto también.

Pero Djokovic aprende muy deprisa. Su talento le permite seguir construyendo, mientras el contrario recibe los aplausos de una anterior jugada. Es en ese momento de reflexión que Nole sigue aumentando y sumando. De repente en el tercer set, ya puede jugar no solo contra el Federer de hace años, sino también contra el actual.
En la casi mitad del parcial lo quiebra a Roger y con cada minuto que pasa lo va opacando más y más. Novak le devuelve todo tipo de formas con los disparos que le lanza al suizo. Desde tallas de madera hasta esculturas en piedra. Desde figuras de mármol hasta armas de metal en forma de lanza y apuntando hacia el centro de su rival.
Aquel ha notado que el juego de piernas del suizo no es el mismo de sus dos primeros sets, el esfuerzo le ha pasado factura y es allí al costado de las líneas donde descarga sus mejores pelotas. El serbio se lleva la tercera manga.

Djokovic continúa su resurgimiento a costa de un Federer que a ratos parece ido, y por momentos también, totalmente entregado a la forma efectiva del juego de Nole.
Es en el cuarto set, donde las diferencias se acrecientan tanto, que los que esperaban el triunfo de Roger, empiezan a temer que la lucha se haya descarrilado para el suizo.
Y es que el liderazgo de Federer era exacto. Lo llevaba solo un poco más adelante que el serbio. El dominio de Nole, en cambio, es excesivo. Apabullante. Tocando los límites de lo grosero. Ocasiona una crisis seria en las matemáticas, que ya no dan el mismo resultado, por más que sumes las mismas cantidades, una y otra vez, una y otra.
Los dos sets del serbio no son iguales al par que tiene Federer en su haber. No lo son.

El quinto parcial se inicia con mejores augurios para Novak, pero ya al empezar el set se nota el cambio de actitud en el suizo. Ha decidido darlo todo finalmente, y todo, es lo que trae al Arthur Ashe.
El de Basel empieza sirviendo y descargando trallazos sobre el rival. El reinado de los ángulos imposibles ha vuelto a la pista y Djokovic se encarga de responder al desafío machacando también la bola con extrema fuerza y precisión sobre los puntos muertos.
Van juntos por las avenidas y se separan en las pequeñas calles y callejones al costado de las líneas, arman sus respectivas bandas y se encargan de licenciarlas para empezar a formar ejércitos. Imponen la leva en la ciudad y recorren muy temprano en la mañana los barrios más calientes para convencer a los mejores entre los buenos para que se unan a ellos.
Lo usan todo y lo gastan todo en su camino a la mitad de la quinta manga. Nueva York se ha cansado de brindar superhéroes y también de traer héroes reales a esta lucha de dos facciones que se presentan iguales en el quinto set.
Roger saca y pasa adelante para ponerse cuatro a tres en games. Nole sirve para volver a poner las cosas en su sitio, pero falla en su intento. Queda completamente solo cuando comete doble falta y también cuando termina por entregar el servicio.

Federer lo tiene todo servido y se acerca con tres saques seguidos a la victoria, para ponerse 40-15 en el game; doble match point para el suizo. Saca entonces, y lo que Nole devuelve a un costado, no se sabe aún cómo definirlo.
Sí, fue un punto, un gran punto. Pero, ¿no fue suerte? ¿No fue desesperación lanzando su último grito de la tarde? ¿No fue acaso también molestia por todas las oportunidades perdidas? Y todo esto desde el lado del serbio.
Desde la mitad de la cancha del suizo, fueron también muchas otras cosas luego de que se concluyó el punto. Cosas que se pueden decir y palabras que no se deberían nunca de juntar. No existen matemáticas para tantos insultos reunidos. Ni tampoco lenguas que los contengan.
El suizo no ganaría un game más en el partido y terminaría cediendo el triunfo.

Ese primer match point salvado, podría ser la bola que marque un antes y después en la carrera de Federer.
No lo queremos así, porque un nuevo capítulo a esta edad solo podría significar ir llegando al final del libro. Y aunque improvisada y magnífica como fue esa bola de Djokovic, no merece ni por asomo ser el punto final para los mejores triunfos del suizo.
No permitamos que la redondez de esa pelota de tenis nos confunda con ser un signo de puntuación. No permitamos esa mentira; y sobre todo, no dejemos que Federer caiga también en el engaño.


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domingo, 4 de septiembre de 2011

Los gigantes sueñan en Nueva York

Si convenimos en la definición: “que un rascacielos es un edificio que se destaca por su altura sobre los de su alrededor”, entonces la altura a alcanzar de un edificio en Nueva York para ser denominado rascacielos, debe ser significativamente mayor que el promedio de altura necesitado por otros rascacielos en el mundo.
Es simple, el promedio de altura de los edificios de la Gran Manzana es mayor que la altura promedio de las estructuras construidas en cualquier ciudad de la tierra.
Si aplicáramos el mismo razonamiento para definir qué es y qué no es en la ciudad de Nueva York, tendríamos entonces que aceptar por ejemplo: que un sueño para ser verdaderamente un sueño aquí, debería necesariamente ser más completo y más grande que la ilusión común de cualquier otro lugar donde se sueñe. Es que aquí no es suficiente dormir y creer que se ha soñado. Aquí hay que soñar, y construir sobre ese sueño desde siempre. Arriesgarlo todo como si no hubiera mañana.
Dream big! Podría ser una frase acuñada por un Humphrey Bogart de la historia. Pero viene a ser una frase demasiado común en Queens y en Brooklyn para desconocerla. Es el grito de guerra que cualquier padre proletario le enseña a su hijo en esta ciudad.
¡Sueña en grande!, nada más vale.

Al inicio del sexto día de competencia, son seis los gigantes que corren con vida. Al final del sangriento sábado, cuatro de ellos han fracasado en sus intentos de alcanzar los octavos de final. Mañana, los dos gigantes que quedan, buscarán su pase a la siguiente ronda, para tentar un lugar entre los dieciséis mejores de la competencia.
Berdych, es el primero que cae. Lo hace muy temprano. No le alcanza el cuerpo ni siquiera para completar la segunda manga. Una lesión en el hombro derecho lo lleva a solicitar atención al final del primer set y luego de ir perdiendo holgadamente la siguiente manga, lo hace optar por el retiro.
Tipsarevic con tranquilidad acepta el resultado que le da la primera victoria contra el checo. Sabe que hay cosas más importantes en su futuro inmediato. En octavos tendrá que enfrentarse al español Ferrero, que si tuviera que contar la historia del serbio, la contaría como la suya propia. El español también gana su partido contra su compatriota Granollers en similares circunstancias.
El catalán se retira en el segundo set, luego de acusar una lesión en la espalda.
Es el décimo retiro de jugadores masculinos desde el inicio de la competencia, una cifra preocupante de que algo no viene bien en el calendario exigido a los tenistas profesionales.

Federer es el encargado de traerse abajo al croata Cilic. Pero no le resulta nada fácil al experto suizo. En el primer set, corren pegados a la hora de convertir sus puntos y casi empatan en tiros ganadores. La diferencia se da en la mano de Roger, que es única para no errar cuando el combate se trata de no morir tontamente. Federer arriesga, pero solo hasta cierto punto, allí donde no le conviene estar, lo deja solo al croata para que siga perdiendo puntos. El helvético gana el primer set.

El croata aprende la lección con un poco de ayuda de parte del suizo en la segunda manga. A pesar de ese tipo de memoria que solo le es posible tener a los grandes jugadores, por momentos pareciera que el tenista de Basel no supiera en donde es que debe de pisar. Cilic es superior al momento de atacar. Escala con más resolución los puntos que debe de ganar y lo arrincona a su rival.
Es un Yeti en toda regla. El suizo no ha conocido nada parecido en los Alpes y es por eso que de la confusión, pasa a una segura derrota en el set.
En la siguiente manga tenemos las cosas un poco más claras, Cilic es bueno. Es bueno, pero tiene un saque lamentable. Tiene casi dos metros de altura y lo necesario para ser un Yeti, pero también posee un saque que es una vergüenza, y que inspira una risa o una sonrisa burlona, si es que no queremos enterrarlo con nuestras críticas.
Lo mismo sucede en la cuarta y última manga, el saque de Cilic sepulta antes de tiempo lo que pudieron ser sus mejores jugadas. El abominable hombre de las nieves se ha derretido y ha sido enterrado en sus propios errores, en su propia avalancha.

Ivo Karlovic es un edificio. Una construcción con una gran cantidad de fierros salidos en el último piso, necesarios para aumentar siempre un nivel más.
El ucraniano Dolgopolov podría ser la próxima estrella del circuito, tiene consigo el talento necesario para seguir avanzando a costa de gigantes buenos como Karlovic y gigantes malos como su propio orgullo.
Ambos tienen sueños, pero los sueños de Dolgopolov se basan en el futuro y no en lo ya ocurrido. El ucraniano pierde ajustadamente el primer set por un tie break, pero íntimamente ya sabe lo que debe de hacer en los siguientes sets.
Lo primero es hacerlo correr al croata hasta verlo derrumbado sobre la cancha sintética, lo segundo es mejorar el saque contradictorio que tiene. Muchos aces en su haber, pero pocos primeros servicios. Dolgopolov cumple a medias lo que planea, incluso manteniendo los errores en su servicio, no le es difícil la victoria final sobre el gigante de Zagreb.

El sudafricano Anderson se muestra frágil a primera vista. Tiene una altura imponente, pero en apariencia, su peso no es el mejor. Aún así, ha destruido a sus dos anteriores rivales. Como en la vida, el deporte es un juego de espejos.
El mayor problema que tiene Anderson, es que nunca en todo su tiempo jugando en el circuito ha podido enfrentarse a Mardy Fish. Ambos tienen su mejor año y van para adelante.
El norteamericano juega en casa y es un jugador más potente y con más experiencia que su contrincante. Las cartas que le convienen a su juego van con él.
Todas las estadísticas del partido o casi todas, se las anota Fish en su haber. El sudafricano al final del juego luce más cerca que nunca de su rival. Un esfuerzo más y lo habría alcanzado. Ya tendrá otras oportunidades en su futuro para vengar la derrota que un feliz resucitado le propina.

Davydenko está dispuesto a realizar con Djokovic lo que nadie de verás se ha atrevido a hacer con él. Esto es, no solo ganarle, sino ganarle en su propio juego. A punto jugado, punto contestado con mayor velocidad. El ruso es una pared en los primeros momentos del partido.
Nole reacciona con grandeza y gana los puntos importantes. Es un juego de ángulos increíbles y también de mucha calma en el centro del campo. Ambos rivales se conocen demasiado para saber que lo que se viene no va a ser fácil. Novak gana el primer set.
La segunda manga empieza con mejores visos para el ruso. El juego es de fondo y es el que le conviene a aquel. Djokovic entra en el juego de Davydenko, el ruso es el lobo.
Nole está a punto de ser quebrado al comienzo del set, pero así como es insistente el ruso en su juego, también es dado a perder pelotas simples. Luego, a mitad de la manga se encuentran empatados en tres games por bando, Djokovic aprovecha una leve distracción en su rival o tal vez un momento de locura y lo quiebra con su servicio.
En el siguiente juego, el serbio confirma con su saque la ventaja ganada. El de Belgrado se hace del segundo set.
Hemos sido engañados todos por el serbio. Aquel juega con las esperanzas del ruso y de aquellos que queremos ver algo más de lucha en el último partido de la jornada. Davydenko era el lobo, pero ha perdido todas sus armas ante el balcánico.
El tercer set es una sinfonía ejecutada desde un solo lado, Djokovic rápidamente rompe el servicio del rival y condiciona a su contendor a escucharlo hasta la última nota que interpreta. El ruso no tiene de que quejarse, ha presenciado un concierto excepcional de parte del más grande tenista que existe hoy en día. El público y el escritor dejan atrás a su preferido, mientras el público celebra el triunfo del serbio, el escritor deja la pluma y aplaude.


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Los seres de Nueva York

Nueva York es hogar y parada final de muchos seres singulares. De personas que no se sienten cómodas dentro de ningún conjunto o sociedad conocida. Aquellas son un uno y nada más.
A la ciudad llegan y se ven atraídas decenas de entes que nunca se han de sumar a las personas comunes, o incluso, a entes como ellos mismos. Pero esta última condición, bajo ciertas circunstancias, es doblada hasta su rompimiento, y es allí que surgen múltiples posibilidades para contar una historia.
La urbe que acoge el US Open es una ciudad atrayente, por todas estas historias de seres singulares que se pueden narrar. Pasemos a listar entonces algo de lo que ocurre dentro de ella…

Nadie entiende a Radek Stepanek; incluso el apodo singular con que lo llaman, tiene más y mejor sentido del que se pueda encontrar en el rostro de aquel. Aún su nombre, cuenta en su haber con cierta rima, la cual no tiene respuesta en la cara de quien es el intérprete.
El tenista va cuesta arriba desde un principio, su cara en sí, es una endemoniada cuesta arriba.
Hay feos a los que se les mira y hay otros feos a los que se les voltea la mirada. Aquellos de los que no queremos saber nada. No los entendemos. Ni siquiera podemos entender como pueden inspirar el amor. Creemos erróneamente que nacieron huérfanos.
Radek Stepanek es amado por la Vaidisova, todo el tiempo. Y cuando juega bien al tenis, es posible que sea amado por nosotros también. Le perdonamos todo, su mal comportamiento y su difícil personalidad.
Hoy el checo abandona el torneo, se va por la puerta de atrás, lo vemos huyendo. En su declaración de rentas pone que vive en Montecarlo; pero hoy no puede aguantar, ni vivir en Mónaco, con lo que le devuelve Mónaco, Juan Mónaco. Una paliza en toda regla y el retiro del checo.
Las buenas lenguas dicen que la Vaidisova vino con él a Nueva York, las malas lenguas, que son las más, cuentan que luego de la derrota del tenista, ambos hicieron turismo en la ciudad y que se subieron juntos al Empire State. ¿An affair to remember con Cary Grant y Deborah Kerr? No.
Digamos solo que King Kong Stepanek cura sus heridas y se aparta del mundo nuevamente.

Coney Island ha cambiado, vaya si ha cambiado con los años. Primeramente, Coney Island ya no es una isla, es una península. Sus calles dejaron de ser dominadas por rufianes, prostitutas y ladrones de poca monta. Y sobre todo, su destino ya no lo rigen los hombres de Tammany Hall.
Alguna vez en el pasado, antes del avistamiento de la Estatua de la Libertad por parte de los inmigrantes y marinos, lo que los recibía desde tierra era el Elefante de Coney Island. Demás está decir que el Elefante de Coney Island era un burdel.
Luego sus calles fueron conocidas como centros de entretenimiento un poco más descafeinados y de corte familiar. Abrieron parques famosos como el Steeplechase Park, el Luna Park y el Dreamland. De todos ellos, el Dreamland era una categoría aparte en cuanto a los “espectáculos” que presentaba. Si los romanos tuvieron sus coliseos y gladiadores, los neoyorkinos de la primera mitad del siglo XX tuvieron al Dreamland y sus “freak shows”.
La mujer barbuda, los siameses y los enanos, algún que otro “pinhead” y el hombre de goma.

Nueva Orleans es el puerto de entrada del caucho natural dentro de los Estados Unidos, pero es Nueva York donde Reed Richards y la futura “Mole” traban amistad.
Monfils no tiene a ninguna mole que le cuide las espaldas de los matones, ni siquiera de un Ferrero que pareciera haber vuelto.
Los rivales se van a cinco sets. Pero es Monfils el que iguala sus errores y aciertos en ochenta y uno. Nadie puede ganar y perder tanto sin volverse loco o perderlo todo. Monfils se va a los extremos con su forma de jugar el tenis, yendo de aquí para allá sin ninguna previsión necesaria. Ferrero tarda su tiempo en medir el tamaño de la goma que tiene adelante.
No, Monfils no se ha de romper; lo que Ferrero concibe, es contraerlo hasta hacerlo minúsculo. Reducirlo a la mínima expresión para que ya no pueda hacer la diferencia.
Todo es exagerado en la vida de Monfils. Aún su forma de jugar al tenis. Su mayor cantidad de errores y aciertos, de aces y dobles faltas, de victorias, y como hoy, de derrotas, de derrotas en cinco sets.

Ivo Karlovic parece un náufrago. La barba descuidada, los ojos perdidos y esos pasos que quisieran tropezar más que avanzar, hacen pensar, de que está siempre más cerca de la derrota que de la victoria.
Al frente, el francés Gasquet más que su exacto opuesto, pareciera pertenecer a otra categoría. Sus movimientos casi perfectos en el campo de juego, lo deberían poner en un futuro, como ejemplo de cómo se debe de golpear una pelota de tenis. Pero hasta la perfección conlleva sus problemas, si no cuenta con un alma que la vaya conduciendo desde atrás.
El croata se aferra a ese tamaño de árbol que tiene durante todo el partido. Desde allí descarga una batería de aces y primeros servicios que demuelen la línea defensiva ideada por el galo. Gasquet carece de explosión y del alma de un mártir. Nunca se le ha de ver levantando la mano para ofrecerse de voluntario para nada. El es parte del grupo, del montón y de ese lugar cómodo nadie lo ha podido sacar. Ha encontrado la comodidad de los pastos y solo come de allí, le han crecido cuatro estómagos y se siente bien siendo una vaca. Pónganle la campana y llévenle de vuelta al establo, que aquí se encarga de confundir.
Karlovic gana el partido en cuatro sets y pasa a tercera ronda. Sigue con vida en el US Open. ¿El francés? Solo conoce da la buena vida y sus derrotas.

No podemos descartar a Berdych en el torneo. Nunca ha de ser la carta más alta de todas, pero con su número aún se puede vencer cualquier información negativa que se tenga de él. Todavía tiene crédito suficiente para aceptarle la apuesta por un par de años más.
Hoy le gana con autoridad a Fognini. Está a la altura de la pelea que le pone el italiano en el primero y le responde a aquel con todo el arsenal que guarda en algún lugar recóndito. Ese lugar que ni él mismo sabe dónde queda con exactitud.
Luego lo arrasa al mediterráneo en el segundo y tercero. Lo vuelve inhabitable. Nada de provecho crece a su alrededor. Ni una planta. Ni siquiera el ligur puede convertirse en un solitario hongo. Nada.
Berdych se prepara para el siguiente partido, sueña seguramente con junglas, selvas y bosques. Sueña con Nueva York entonces.

Berlocq destruye a Riba en la primera ronda. Djokovic hace lo mismo con el triunfador de aquella ronda. El pez grande se come al pequeño. Y al pez grande se lo filetea un extraterrestre. Algo anda mal en la secuencia. Repitamos.
Mejor no sigamos, pues ya queda meridianamente claro que cualquier secuencia va a salirse de tono al poner a Djokovic en ella. Así de diferente se presenta el serbio.
Berlocq entiende su humilde papel en el partido y aunque no disfruta de su comienzo, luego se une a la fiesta. No es falta de seriedad lo que hace el argentino, es simplemente intentar perder con la dignidad intacta. Sin traumarse porque le están dando una paliza.
Consigue dos games en todo el match. Pero esos dos games no se los regala Djokovic, él los gana. Lo importante es que el gaucho pierde el partido, pero nunca lo entrega. Retirarse es entregar el partido. No es ser pez pequeño o grande. Simplemente, es ser el gusano ensartado en el anzuelo que nadie muerde. Simplemente eso. Bien por Djokovic y Berlocq que salvan el día y una buena pesca para los espectadores.


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martes, 30 de agosto de 2011

El sol de Nueva York

El sol ilumina la mañana de Agosto en Nueva York. Ilumina el tramo, la parcialidad o totalidad de los hombres que han llegado hasta aquí.
Ilumina el enorme deseo de Lu contra Tsonga. La resistencia entregada en enteros. La primera ronda del Open es un drama demasiado importante para dejar de contarlo.
Lu también es protagonista, y tanto, que su aspecto juvenil iguala su propio fondo. Son veintiocho años batallando. Y poca gente, muy poca lo conoce. Alguien en primera fila pregunta por el “juvenil” asiático. Algún otro de atrás, de muy arriba en las graderías, cree haberlo visto durante la segunda semana del torneo el año pasado. En el campeonato juvenil, eso es.
Tsonga gana finalmente, en sets corridos. De verás es duro el drive del francés. Cualquier cuadro de campeonato se abre al deseo de su mano. Y a la presión que desde allí se imponga.

El sol de Nueva York no solo sale para todos, sino que logra alumbrar e iluminar a todos. El joven Bubka lo sabe. Tiene ya veinticuatro años y su primer sorbo, sino gota de gloria, lo recibe aquí en Flushing Meadows. El primer triunfo en un Grand Slam.
Tenía que ser entonces al mediodía, en eso consistía la jugada, en que la hora fuera distante del alba y del ocaso casi por igual, en que la hora lograra que la sombra del padre no fuera tan larga y no se proyectara hacia el infinito y lo dejara a aquel en oscuridad.
Nadie sabe si el buen Sergey vino a observar a Sergei. Lo que se sabe, es que hace unos días el siempre correcto Jim Courier calentó y jugó un rato con el joven Bubka. ¿Qué tanto lo calentó?...nadie lo sabe, o tal vez sí. Los mejores conocedores dirían, que lo hizo tanto como lo haría un sol generoso en Agosto.

Si quisiera, Gulbis podría no jugar más al tenis. Pero no lo quiere así. El lituano es millonario. Millonario y talentoso. Y si nos vamos por la otra margen, si así también lo quisiera, Gulbis podría ser mucho mejor y ser sobre todo más consistente en su tenis. Pero tampoco lo quiere así.
Cada año que pasa, la promesa de su despegue tiene un nuevo retraso. A veces se olvida de quién es y otras veces, se toma demasiado en serio. La cuestión es que siempre se queda a mitad de camino. Nunca le alcanza el combustible para llegar.
En la primera ronda vence a un Youzhny deslucido y desenfocado. Lo hace añicos. Conociendo al ruso, debe haber hecho varias veces crack por dentro. Su ropa de seguro lo mantuvo unido. Al menos por un momento. Una vez que se la haya sacado luego del partido, debe haber caído con ella. Ya hecho pedazos o añicos. Cualquiera de las dos posibilidades que tenga los trozos más pequeños.
El lituano mientras tanto debería tratar de pensar fuera de su circuito usual. Mudarse a un estanque distinto, porque aquel donde está, ya no lo deja respirar. Dejar entonces de ser alimentado por trozos de babkas, spurgos y sakotis, para empezar a coger la torta completa. Ya es tiempo.

Hubo alguna vez en Nueva York y durante el lapso de poco más de ciento diez años, un periódico llamado The Sun. Conservador como pocos e icono de un periodismo serio que no pudo sobrevivir al tiempo, fue aquel diario casa del gran Francis Pharcellus Church. ¿Qué habría pensado el viejo editor sobre el US Open actual? ¿Quién sería su jugador favorito?
Solo podemos imaginar y desear que lo fuera Djokovic. Que lo fuera luego del mal traer y llevar al irlandés Niland el día de hoy. El editor habría logrado poner en su contra, en un inicio, a una de las más grandes comunidades de la ciudad, pero igual habría escrito y deleitado con sus letras.
En la cancha del Arthur Ashe existe Djokovic, solo él. Niland estuvo equivocado en abandonar tan pronto, pero estuvo más desacertado aún, en imaginar hacerle un mejor partido al serbio. Porque solo aquel a quien se le rompe la propia ilusión, puede acabar devastado como queda el irlandés al final de su abandono. Con las propias manos cubriéndole el rostro. Niland es sobre todas las cosas, un hombre.
De su tragedia, el editor Church habría construido el mejor hatajo de letras. Era el primer partido de Grand Slam para aquel, al menos de los que cuentan en las estadísticas. Pero bajo la superficie del gran torneo, poca gente podría contar que el mismo Niland gana tres partidos para llegar a la derrota de su peor martes. Entonces, después de todo, esas manos cubriendo el rostro del irlandés, son también las de un héroe cansado, que existe como Djokovic y que no es menos a pesar de su abandono.
Aun así, Djokovic habría sido el favorito de Church al mediodía. Y Nadal a su vez, lo sería para la edición vespertina de The Sun. Y todos felices entonces, con la pluma del viejo Francis deshilando las incidencias del torneo en ambas ediciones.

James Blake es de Nueva York, de Yonkers para ser más precisos. ¿Y cómo es Yonkers? Es un típico caso de ciudad en Estados Unidos. Una ciudad que tiene la misma cantidad de población desde hace casi cincuenta años, pero cuya composición determina las diferencias con el ayer más lejano. Yonkers también es suburbio de la ciudad de Nueva York. Con un universo propio, pero asimismo, como parte importante de la gran manzana que compone. Cuando el sol sale en Gotham, no se pone en Yonkers podría ser un lema de la ciudad. Lema que la ubicaría no como rival, pero tampoco como igual a la urbe de hierro.
Eso último poco le puede importar a Blake, pues aquel ya no vive en Yonkers, ni en Nueva York, sino en la lejana Florida.
El estadounidense gana en la Armstrong en cuatro sets, dejando demasiadas dudas para la segunda ronda. Porque ya no es el que era, y para ser sinceros, tampoco lo fue por mucho tiempo en el pasado. Recordemos, Blake tiene treinta y un años y vive en el estado de Florida. Queens, hoy por hoy, ha dejado de ser su patio de atrás.

Nadal camina sobre la cornisa del rascacielos, de un rascacielos que se diferencia de los otros, por ser más alto, y por tener formas distintas, casi raras, que confunden la vista y los pies de quien avanza.
Nadal termina siendo quebrado muchas veces durante el partido. Golubev lo lleva de un lugar a otro. Lo saca a pasear por toda la ciudad, le hace el tour, pero aún así no le gana. Le falta cabeza y tranquilidad al kazajo. Muchos winners a su favor y demasiados errores no forzados en la cuenta del tenista asiático.
Nadal se esfuerza y logra obtener todos los puntos importantes del partido. Fueron tres sets, pero pudieron ser cinco o más, si pudiera haber más sets. Pero sobre todo, pudo significar la primera derrota para el español en primera ronda. La primera antes del último sol de Agosto en Nueva York. Septiembre espera ahora por Nadal y los que ganaron hoy. Septiembre espera.

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martes, 23 de agosto de 2011

Cincinnati. La semana romana de Andy.

Aunque aquel mismo no lo sepa, los siete últimos días del escocés han completado una semana romana en medio de los Estados Unidos…

Andy Murray acaba de ganar el Masters de Cincinnati y en medio de la celebración por su victoria, es posible que no recuerde si le debe algo a la fortuna por el título recién conseguido. Es posible también que no recuerde como aquella trabaja y los plazos que debe de cumplir. Sigue siendo más seguro aún (hagamos la apuesta en una rueda) que no sepa quién es Boecio o siquiera lo haya oído nombrar.
No sería del todo descabellado entonces, que la primera vez que vino por aquí, el bueno de Andy haya confundido el origen del nombre de la ciudad con el de una tribu india. Sigue siendo más seguro aún, que no le interese siquiera la historia de Cincinato, aquel arquetipo de virtudes romanas.

Después del desastre de Montreal la semana pasada, a Andy le quedaba meditar la estrategia mientras reculaba en su habitación del Hotel. El primer partido de Murray lo llevaría a enfrentar a Nalbandián. El argentino que siempre ha sido una incógnita, solo le opuso resistencia en la primera manga. La rueda giraba de nuevo para Andy, llevándolo esta vez hacia arriba.
Luego vendría Bogomolov, que a sus 28 años, pasa por el mejor momento de su carrera. Aquel le opondría dura resistencia, especialmente en el final, pero aún así caería ante el juego del británico. Al buen desarrollo de Murray en el partido, se le sumaba a su favor otra variable, el cansancio que tenía el rival llegado desde la ronda de clasificación. La fortuna le sonreía al joven británico una vez más.

Gilles Simon lo esperaría en cuartos con un gran equipaje de sets a cuestas. El francés venía de batallar encarnizadamente sus partidos y de triunfar en todos ellos. El escocés mientras tanto, se organizaba en torno a su saque para evitar mayores sorpresas.
El resultado demostró la estrategia superior del británico y el guiño de la fortuna al colocarle una piedra más a la cansada espalda del galo.
Mardy Fish resultaría siendo el más peligroso de todos sus contrincantes. Antes y después. El estadounidense tendría varias oportunidades para sacar el partido adelante, pero sus errores le detendrían igual cantidad de veces. En el set definitivo ambos jugadores se turnarían en los quiebres hasta llegar al tie break. Fish terminaría por doblar la rodilla en otra pelota tonta que no supo defender.
Andy había ganado sin hacer mayor cosa, pero también sin haberse ido del partido en los momentos más desesperados. Sin duda, el partido más difícil de todos, por lo vivido y porque la fortuna nunca pareció sonreírle en demasía al británico, ni siquiera en la ventaja que significó un Fish desconocido y extremadamente torpe.

La final lo llevaría a enfrentar al casi invencible serbio. 57 victorias y solo una derrota en toda la temporada parecerían asustar a cualquiera. Pero Murray no estaba asustado, a lo mucho nervioso. Al menos cuando no pudo mantener la ventaja bien entrado el primer set. Pero algo ocurría en Djokovic para ceder la igualdad nuevamente y para no encontrarla nunca más. El serbio no se recuperaría finalmente y terminaría por perder el partido al retirarse antes de tiempo.

¿Qué tan roto puede estar un jugador que en la parte física se mostraba entero hasta el día anterior? ¿Cedió aquel el Masters para tener chances en el US OPEN?
Como estás dos preguntas se pueden hacer muchas otras, que al fin y al cabo serán solo especulaciones hasta que llegue el día de la contienda en Nueva York.
Lo seguro es que si el serbio se hubiera entercado, decidiendo resistir un poco más, la lluvia pronosticada lo habría salvado. Al menos por un momento. Aquel no lo quiso así.

Murray mientras tanto festejaba a la fortuna sin saberlo. Atraía en una danza silente a la lluvia que terminaba abruptamente la ceremonia de premiación. ¿Habrá cambiado con ello la suerte de Murray para el abierto de los Estados Unidos?
Nadie lo sabe aún. Andy ya piensa en Nueva York y en repetir lo conseguido aquí. Piensa en prolongar por dos semanas más, su semana feliz en Cincinnati. Tiempo suficiente para mejorar su tenis y también para saber de Boecio y Cincinato. Pero sobre todo, tiempo suficiente para lograr que las nubes negras no vuelvan a opacar su carrera. Con baile o sin él.


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domingo, 3 de julio de 2011

Final en Wimbledon

Lo quisiéramos todo en un partido de tenis. Pero no lo quisiéramos todo desde un principio, sino que aquello se pudiera dar en partes. Como las competentes sagas que escriben algunos buenos autores.
Nadal, que también es uno de ellos, empieza sirviendo de maravillas. Aquella es la única manera que tiene de alejar a Nole de sus fronteras. El serbio gana los puntos largos y ve como a pesar de estar iguales, se va inclinando la balanza a su favor.
Djokovic le va quitando capas al juego de Nadal. Lo va descubriendo y descifrando como si tuviera un radar que pudiera identificar lo que necesita hacer antes que el español. Es como si viera los movimientos de Nadal antes de que sucedieran. Djokovic se adelanta al juego de Rafael durante todo el primer set y le gana los puntos necesarios para quebrarlo y llevarse la manga.
Algo imposible de creer hasta que lo ves. Porque Nadal parecía tener la confianza necesaria al inicio del partido. Y luego ya no. Es como ver al metal listo y pulido, para luego verlo chorreando humedad. Si no supiéramos nada, estaríamos dispuestos a creer y pensar que aquello es sudor de las mismísimas entrañas del metal y no algo hecho de lógica y más lógica. Si no supiéramos nada, creeríamos que Nadal es un robot imposibilitado de perder y no el más humano de todos los humanos.

Muy temprano lo rompen a Nadal en el segundo set. Es tanta la diferencia entre uno y otro en este momento, que lo tenístico ya pasa a segundo plano. Djokovic se viste de Nadal y de Djokovic cuando quiere. El serbio defiende como Nadal y ataca como Djokovic. Es una pared con el toque de un suave jergón cuando así lo necesita. Hace lo que quiere y lo que no quiere. Lo contrario también.
Rafael Nadal necesita salir de la trampa donde lo ha metido Nole. Pero, ¿cuál es la trampa y hacia adónde ir? Eso es lo que debe pensar Nadal cuando desde las tribunas le gritan el clásico ¡Vamos Rafa!...el español en sus adentros dirá, ¿hacia dónde vamos, hacia dónde voy?
Es una clase maestra la del serbio. Una clase que Nadal no debe desaprovechar porque aún es joven y si la llega a interiorizar, podrá mejorar.
Cada nuevo game de servicio para Rafael es un sufrimiento y una pérdida. Nole dicta en medio de la cancha central y el español lo único que atina es a atender el llamado y a contestar mal.
No se le puede echar la culpa de nada al hispano, no se le puede reclamar nada porque lo está dando todo. Está siendo responsable con su historia, pero a estas alturas y más que nunca, la historia es eso…historia. Nadal pierde seis a uno el segundo set.

Al inicio del tercer set, Nadal tiene ciertos problemas. Pero basta que Nole tenga una duda, para que el español pueda intentar una remontada y tal vez una resucitada si le da el tiempo.
Rafael no está jugando mejor que su primer set, es Djokovic el que falla puntos increíbles o que hasta hace unos días y hoy especialmente, nos parecían increíbles de ser fallados. Para su nivel de juego, eso es.
A mitad del tercer set, Nadal empieza a jugar un poco mejor y es el que intenta dictar en la medida de sus posibilidades, el ritmo del juego. Es más agresivo que su rival en estos momentos y quiebra por segunda vez en la manga para devolverle un espejo del anterior set.

La cuarta parte del partido es una interrogante para todos. Comienza con serios problemas para Djokovic y su saque, pero aún así lograr salvar varias chances donde pudieron haberle quebrado.
Nadal por su parte, empieza nervioso con su propio servicio y lo pierde.
El serbio no puede confirmar con su saque el quiebre anterior. Mezcla de grandeza y suerte de Nadal para poder llevarse el game. ¿Seremos testigos de un milagro o nos quedaremos con el santo en la mano y sin su favor concedido?
Nadal lo empata. Y Nole a su vez lo desempata. Parece que por momentos nos adentramos en una guerra psicológica donde el que pueda adentrarse ya no en el juego del otro sino en su mente lo va a ganar.
Nadal está a punto de reconvertir toda su economía, su forma de relacionarse con el mundo del tenis. Cambiar sus monedas de pesetas a euros en menos de una hora. Está a punto de lograr lo que ningún país ha podido hacer tan pronto. El español está jugando agresivamente porque esa es la única manera de ganarle al serbio, ha cambiado su plantilla sobre la marcha. Cambiado de montura sobre el río y no sólo de caballo. Ahora monta un león y lo más importante es que cree que eso es natural.
Nadal está a las puertas, pero se queda allí, porque el serbio reacciona justo a tiempo y con sólo lo justo (que es mucho), se lleva el triunfo.

Es una final donde lo quisimos todo y lo conseguimos todo de la manera en que deseábamos que fuera. De a pocos. Con cambios de mando por parte de los rivales. Con tragedias que pudieron ser salvadas y triunfos que llegaron cuando debían de llegar. No era justo para ambos jugadores que se secaran antes de tiempo.
Nadal luchó hasta donde sus fuerzas le sirvieron, más allá le era imposible. Y sin embargo por un momento, aquello casi le fue posible.
Nole fue el superlativo en la cancha central, el que se llenó de responsabilidades desde un comienzo. Aquel que tenía que demostrarlo todo ante uno de los jugadores más increíbles que haya dado el tenis. Hoy Novak fue más increíble que Nadal. En especial, en esos dos primeros sets donde castigó sin misericordia un tipo de juego que al español le ha dado resultados con todo el mundo. Pero que al mismo serbio no le resulta de ningún peligro.
Nadal si quiere competir de nuevo por el número uno va a tener que reconvertirse de a pocos o de golpe. Va a tener que cambiar de matriz y despreocuparse del resto para poderle ganar a Djokovic. Va a tener que cambiar de orilla de nuevo; el Nole ya lo espera en ella, desde el saque, desde el ya, desde el ¡Vamos Rafa!


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Larga vida al rey

Djokovic y Tsonga persiguen la final. La buscan desde perspectivas tan diferentes que ya no es un juego de planos, sino de dimensiones. Sus circunstancias son tan distintas que lo único que tienen en común es el tenis. Y claro, lo que todos buscan finalmente para sí.
El francés desde un inicio se muestra sorpresivo, más cercano a lo indeterminado, a lo que no se puede calcular y no se calcula siquiera para el ojo experto. Novak no toma todos los reparos y precauciones y falla en el primer game del partido. Lo quiebran, pero no hay apuro en su mirada. Sabe que ha de tener otras chances, que serán la suma de su propia consistencia y la inconsistencia del rival. Ese rival es Tsonga y aquel ha de ser inconsistente y genial a partes iguales. Sólo debe esperar.
En el transcurso del set, Djokovic normalmente mantiene sus otros games en el servicio con relativa facilidad a diferencia del francés que debe esforzarse un poco más para salir airoso en los juegos donde sirve. Cuando Tsonga está en apuros lo único que debe hacer es sacar genial y decimos único en su acepción precisa y en su antónimo de corriente, porque el francés es así de contradictorio y genial para resolver un apuro. Es capaz de no hacer todo el esfuerzo posible en una pelota y al rato lanzarse como si fuera Becker para ganar un punto que no sólo era imposible, sino que sinceramente no le correspondía ganar.
El público en la cancha central está extasiado con el tenis desplegado por los rivales y temeroso también por saber cuánto de está gasolina divina le ha de durar al galo.
Tsonga sirve para poder ganar el set, pero no lo logra. Falla al comienzo del game al dejarse ganar tres puntos seguidos y luego cuando da muestras de recuperación, lo arruina todo con una doble falta. Un inglés se lamenta. Dice que lo único que debía hacer el francés era meter un ace y que más bien lo que comete es un error tremendo con su saque. No lo entiende.
Tsonga es así, cambia de mano el bastón que usa para su cojera. Y no sólo lo cambia de mano, sino que lo guaripolea y lo lanza por los aires. El francés pierde el primer set en tie break.

Lo empiezan quebrando al galo al inicio del segundo set. Todo se da como una venganza íntima de Novak para demostrarle al francés cuan distintos son. Las mismas circunstancias, pero un distinto desarrollo es lo que promete el serbio para el público que se da cita.
¿Qué hace Tsonga ante aquello?...pues nada y también mucho, porque pareciera muy ocupado resolviendo líos internos que sólo a él le incumben. Líos entre un corazón muy grande y una cabeza inmensa, pero que a veces no se le da por estar. ¿Quién arrienda en ese inmueble?, se preguntan los ingleses, que siempre quieren las cosas exactas, incluso en los asuntos humanos.
Novak avanza sin problemas, rompiendo servicios y ganando los suyos, lo pone contra las cuerdas al francés y le da el castigo que tal vez el hijo pródigo se merecía cuando un día quiso volver.
Si en el primer set era el francés tarareando “Comme d’habitude” o en tal caso versionando a Sinatra con “My Way”, en el segundo, es el mismo galo dando paso a la anarquía de la versión de Sid Vicious y cayendo hecho pedazos.
La tercera manga nos devuelve a un Djokovic mandando con autoridad. Tal vez demasiado seguro para que dure. Tsonga regresa con menos errores no forzados que sus anteriores sets, y también con más aces y mucho más winners que su rival. Aquellos que daban (dábamos) perdido el camino para el francés sonríen (sonreímos) por el tenis y sus múltiples posibilidades de recuperación. Un regusto se forma en el paladar y hasta en los confines de la garganta; ya empezamos a saborear un cuarto set antes de que llegue.
Se rompen algunas veces el servicio y se van hasta el tie-break donde empatan a nueve. Tsonga entonces gana su décimo punto en el tie-break del tercer set y lo que hace es cerrar los ojos y esperar. Cerrar los ojos para escuchar ese rumor que baja como un mar arisco que ya domina. Un rugir de leones que se han puesto de a pocos de su parte. Los ingleses al final del tercer set quieren verlo ganar, quieren verlo luchar y no se piensan ir hasta que Tsonga pelee un poco más. Tsonga ya no tararea canciones, tararea el rugir de los leones. Gana once a nueve. El tercer set es suyo.

En la cuarta manga la irregularidad vuelve para el francés. Un quiebre muy rápido para poder considerarse real. El tenis de Tsonga tiene este tipo de arrebatos que en la antigüedad podrían haber sido atribuidos a los dioses. Arrebatos que lo llevan tan lejos que podríamos dudar de su estar.
Djokovic resiste cuando el francés busca retornar de aquellos arrebatos. Lo tantea, lo mide y lo pesa. Tsonga tendrá que buscar, pero ya anda muy lejos para poder regresar a pie. El partido va llegando a su final, pero hay todavía oportunidad para una demostración de fuerza por parte del serbio.
En la cancha central y casi con los últimos puntos por jugar, Djokovic acaba de gritar con furia contenida, como si fuera un león, a ojos abiertos o cerrados. Tsonga podría haber jurado que Novak era un león de verás y no se habría equivocado, pues en la pista central de Wimbledon aquel se convertía en número uno del mundo, se convertía en rey, en el soberano de toda la selva. Larga vida al serbio y a su tenis prodigioso entonces. Larga vida al rey.


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