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domingo, 4 de septiembre de 2011

Los gigantes sueñan en Nueva York

Si convenimos en la definición: “que un rascacielos es un edificio que se destaca por su altura sobre los de su alrededor”, entonces la altura a alcanzar de un edificio en Nueva York para ser denominado rascacielos, debe ser significativamente mayor que el promedio de altura necesitado por otros rascacielos en el mundo.
Es simple, el promedio de altura de los edificios de la Gran Manzana es mayor que la altura promedio de las estructuras construidas en cualquier ciudad de la tierra.
Si aplicáramos el mismo razonamiento para definir qué es y qué no es en la ciudad de Nueva York, tendríamos entonces que aceptar por ejemplo: que un sueño para ser verdaderamente un sueño aquí, debería necesariamente ser más completo y más grande que la ilusión común de cualquier otro lugar donde se sueñe. Es que aquí no es suficiente dormir y creer que se ha soñado. Aquí hay que soñar, y construir sobre ese sueño desde siempre. Arriesgarlo todo como si no hubiera mañana.
Dream big! Podría ser una frase acuñada por un Humphrey Bogart de la historia. Pero viene a ser una frase demasiado común en Queens y en Brooklyn para desconocerla. Es el grito de guerra que cualquier padre proletario le enseña a su hijo en esta ciudad.
¡Sueña en grande!, nada más vale.

Al inicio del sexto día de competencia, son seis los gigantes que corren con vida. Al final del sangriento sábado, cuatro de ellos han fracasado en sus intentos de alcanzar los octavos de final. Mañana, los dos gigantes que quedan, buscarán su pase a la siguiente ronda, para tentar un lugar entre los dieciséis mejores de la competencia.
Berdych, es el primero que cae. Lo hace muy temprano. No le alcanza el cuerpo ni siquiera para completar la segunda manga. Una lesión en el hombro derecho lo lleva a solicitar atención al final del primer set y luego de ir perdiendo holgadamente la siguiente manga, lo hace optar por el retiro.
Tipsarevic con tranquilidad acepta el resultado que le da la primera victoria contra el checo. Sabe que hay cosas más importantes en su futuro inmediato. En octavos tendrá que enfrentarse al español Ferrero, que si tuviera que contar la historia del serbio, la contaría como la suya propia. El español también gana su partido contra su compatriota Granollers en similares circunstancias.
El catalán se retira en el segundo set, luego de acusar una lesión en la espalda.
Es el décimo retiro de jugadores masculinos desde el inicio de la competencia, una cifra preocupante de que algo no viene bien en el calendario exigido a los tenistas profesionales.

Federer es el encargado de traerse abajo al croata Cilic. Pero no le resulta nada fácil al experto suizo. En el primer set, corren pegados a la hora de convertir sus puntos y casi empatan en tiros ganadores. La diferencia se da en la mano de Roger, que es única para no errar cuando el combate se trata de no morir tontamente. Federer arriesga, pero solo hasta cierto punto, allí donde no le conviene estar, lo deja solo al croata para que siga perdiendo puntos. El helvético gana el primer set.

El croata aprende la lección con un poco de ayuda de parte del suizo en la segunda manga. A pesar de ese tipo de memoria que solo le es posible tener a los grandes jugadores, por momentos pareciera que el tenista de Basel no supiera en donde es que debe de pisar. Cilic es superior al momento de atacar. Escala con más resolución los puntos que debe de ganar y lo arrincona a su rival.
Es un Yeti en toda regla. El suizo no ha conocido nada parecido en los Alpes y es por eso que de la confusión, pasa a una segura derrota en el set.
En la siguiente manga tenemos las cosas un poco más claras, Cilic es bueno. Es bueno, pero tiene un saque lamentable. Tiene casi dos metros de altura y lo necesario para ser un Yeti, pero también posee un saque que es una vergüenza, y que inspira una risa o una sonrisa burlona, si es que no queremos enterrarlo con nuestras críticas.
Lo mismo sucede en la cuarta y última manga, el saque de Cilic sepulta antes de tiempo lo que pudieron ser sus mejores jugadas. El abominable hombre de las nieves se ha derretido y ha sido enterrado en sus propios errores, en su propia avalancha.

Ivo Karlovic es un edificio. Una construcción con una gran cantidad de fierros salidos en el último piso, necesarios para aumentar siempre un nivel más.
El ucraniano Dolgopolov podría ser la próxima estrella del circuito, tiene consigo el talento necesario para seguir avanzando a costa de gigantes buenos como Karlovic y gigantes malos como su propio orgullo.
Ambos tienen sueños, pero los sueños de Dolgopolov se basan en el futuro y no en lo ya ocurrido. El ucraniano pierde ajustadamente el primer set por un tie break, pero íntimamente ya sabe lo que debe de hacer en los siguientes sets.
Lo primero es hacerlo correr al croata hasta verlo derrumbado sobre la cancha sintética, lo segundo es mejorar el saque contradictorio que tiene. Muchos aces en su haber, pero pocos primeros servicios. Dolgopolov cumple a medias lo que planea, incluso manteniendo los errores en su servicio, no le es difícil la victoria final sobre el gigante de Zagreb.

El sudafricano Anderson se muestra frágil a primera vista. Tiene una altura imponente, pero en apariencia, su peso no es el mejor. Aún así, ha destruido a sus dos anteriores rivales. Como en la vida, el deporte es un juego de espejos.
El mayor problema que tiene Anderson, es que nunca en todo su tiempo jugando en el circuito ha podido enfrentarse a Mardy Fish. Ambos tienen su mejor año y van para adelante.
El norteamericano juega en casa y es un jugador más potente y con más experiencia que su contrincante. Las cartas que le convienen a su juego van con él.
Todas las estadísticas del partido o casi todas, se las anota Fish en su haber. El sudafricano al final del juego luce más cerca que nunca de su rival. Un esfuerzo más y lo habría alcanzado. Ya tendrá otras oportunidades en su futuro para vengar la derrota que un feliz resucitado le propina.

Davydenko está dispuesto a realizar con Djokovic lo que nadie de verás se ha atrevido a hacer con él. Esto es, no solo ganarle, sino ganarle en su propio juego. A punto jugado, punto contestado con mayor velocidad. El ruso es una pared en los primeros momentos del partido.
Nole reacciona con grandeza y gana los puntos importantes. Es un juego de ángulos increíbles y también de mucha calma en el centro del campo. Ambos rivales se conocen demasiado para saber que lo que se viene no va a ser fácil. Novak gana el primer set.
La segunda manga empieza con mejores visos para el ruso. El juego es de fondo y es el que le conviene a aquel. Djokovic entra en el juego de Davydenko, el ruso es el lobo.
Nole está a punto de ser quebrado al comienzo del set, pero así como es insistente el ruso en su juego, también es dado a perder pelotas simples. Luego, a mitad de la manga se encuentran empatados en tres games por bando, Djokovic aprovecha una leve distracción en su rival o tal vez un momento de locura y lo quiebra con su servicio.
En el siguiente juego, el serbio confirma con su saque la ventaja ganada. El de Belgrado se hace del segundo set.
Hemos sido engañados todos por el serbio. Aquel juega con las esperanzas del ruso y de aquellos que queremos ver algo más de lucha en el último partido de la jornada. Davydenko era el lobo, pero ha perdido todas sus armas ante el balcánico.
El tercer set es una sinfonía ejecutada desde un solo lado, Djokovic rápidamente rompe el servicio del rival y condiciona a su contendor a escucharlo hasta la última nota que interpreta. El ruso no tiene de que quejarse, ha presenciado un concierto excepcional de parte del más grande tenista que existe hoy en día. El público y el escritor dejan atrás a su preferido, mientras el público celebra el triunfo del serbio, el escritor deja la pluma y aplaude.


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Los seres de Nueva York

Nueva York es hogar y parada final de muchos seres singulares. De personas que no se sienten cómodas dentro de ningún conjunto o sociedad conocida. Aquellas son un uno y nada más.
A la ciudad llegan y se ven atraídas decenas de entes que nunca se han de sumar a las personas comunes, o incluso, a entes como ellos mismos. Pero esta última condición, bajo ciertas circunstancias, es doblada hasta su rompimiento, y es allí que surgen múltiples posibilidades para contar una historia.
La urbe que acoge el US Open es una ciudad atrayente, por todas estas historias de seres singulares que se pueden narrar. Pasemos a listar entonces algo de lo que ocurre dentro de ella…

Nadie entiende a Radek Stepanek; incluso el apodo singular con que lo llaman, tiene más y mejor sentido del que se pueda encontrar en el rostro de aquel. Aún su nombre, cuenta en su haber con cierta rima, la cual no tiene respuesta en la cara de quien es el intérprete.
El tenista va cuesta arriba desde un principio, su cara en sí, es una endemoniada cuesta arriba.
Hay feos a los que se les mira y hay otros feos a los que se les voltea la mirada. Aquellos de los que no queremos saber nada. No los entendemos. Ni siquiera podemos entender como pueden inspirar el amor. Creemos erróneamente que nacieron huérfanos.
Radek Stepanek es amado por la Vaidisova, todo el tiempo. Y cuando juega bien al tenis, es posible que sea amado por nosotros también. Le perdonamos todo, su mal comportamiento y su difícil personalidad.
Hoy el checo abandona el torneo, se va por la puerta de atrás, lo vemos huyendo. En su declaración de rentas pone que vive en Montecarlo; pero hoy no puede aguantar, ni vivir en Mónaco, con lo que le devuelve Mónaco, Juan Mónaco. Una paliza en toda regla y el retiro del checo.
Las buenas lenguas dicen que la Vaidisova vino con él a Nueva York, las malas lenguas, que son las más, cuentan que luego de la derrota del tenista, ambos hicieron turismo en la ciudad y que se subieron juntos al Empire State. ¿An affair to remember con Cary Grant y Deborah Kerr? No.
Digamos solo que King Kong Stepanek cura sus heridas y se aparta del mundo nuevamente.

Coney Island ha cambiado, vaya si ha cambiado con los años. Primeramente, Coney Island ya no es una isla, es una península. Sus calles dejaron de ser dominadas por rufianes, prostitutas y ladrones de poca monta. Y sobre todo, su destino ya no lo rigen los hombres de Tammany Hall.
Alguna vez en el pasado, antes del avistamiento de la Estatua de la Libertad por parte de los inmigrantes y marinos, lo que los recibía desde tierra era el Elefante de Coney Island. Demás está decir que el Elefante de Coney Island era un burdel.
Luego sus calles fueron conocidas como centros de entretenimiento un poco más descafeinados y de corte familiar. Abrieron parques famosos como el Steeplechase Park, el Luna Park y el Dreamland. De todos ellos, el Dreamland era una categoría aparte en cuanto a los “espectáculos” que presentaba. Si los romanos tuvieron sus coliseos y gladiadores, los neoyorkinos de la primera mitad del siglo XX tuvieron al Dreamland y sus “freak shows”.
La mujer barbuda, los siameses y los enanos, algún que otro “pinhead” y el hombre de goma.

Nueva Orleans es el puerto de entrada del caucho natural dentro de los Estados Unidos, pero es Nueva York donde Reed Richards y la futura “Mole” traban amistad.
Monfils no tiene a ninguna mole que le cuide las espaldas de los matones, ni siquiera de un Ferrero que pareciera haber vuelto.
Los rivales se van a cinco sets. Pero es Monfils el que iguala sus errores y aciertos en ochenta y uno. Nadie puede ganar y perder tanto sin volverse loco o perderlo todo. Monfils se va a los extremos con su forma de jugar el tenis, yendo de aquí para allá sin ninguna previsión necesaria. Ferrero tarda su tiempo en medir el tamaño de la goma que tiene adelante.
No, Monfils no se ha de romper; lo que Ferrero concibe, es contraerlo hasta hacerlo minúsculo. Reducirlo a la mínima expresión para que ya no pueda hacer la diferencia.
Todo es exagerado en la vida de Monfils. Aún su forma de jugar al tenis. Su mayor cantidad de errores y aciertos, de aces y dobles faltas, de victorias, y como hoy, de derrotas, de derrotas en cinco sets.

Ivo Karlovic parece un náufrago. La barba descuidada, los ojos perdidos y esos pasos que quisieran tropezar más que avanzar, hacen pensar, de que está siempre más cerca de la derrota que de la victoria.
Al frente, el francés Gasquet más que su exacto opuesto, pareciera pertenecer a otra categoría. Sus movimientos casi perfectos en el campo de juego, lo deberían poner en un futuro, como ejemplo de cómo se debe de golpear una pelota de tenis. Pero hasta la perfección conlleva sus problemas, si no cuenta con un alma que la vaya conduciendo desde atrás.
El croata se aferra a ese tamaño de árbol que tiene durante todo el partido. Desde allí descarga una batería de aces y primeros servicios que demuelen la línea defensiva ideada por el galo. Gasquet carece de explosión y del alma de un mártir. Nunca se le ha de ver levantando la mano para ofrecerse de voluntario para nada. El es parte del grupo, del montón y de ese lugar cómodo nadie lo ha podido sacar. Ha encontrado la comodidad de los pastos y solo come de allí, le han crecido cuatro estómagos y se siente bien siendo una vaca. Pónganle la campana y llévenle de vuelta al establo, que aquí se encarga de confundir.
Karlovic gana el partido en cuatro sets y pasa a tercera ronda. Sigue con vida en el US Open. ¿El francés? Solo conoce da la buena vida y sus derrotas.

No podemos descartar a Berdych en el torneo. Nunca ha de ser la carta más alta de todas, pero con su número aún se puede vencer cualquier información negativa que se tenga de él. Todavía tiene crédito suficiente para aceptarle la apuesta por un par de años más.
Hoy le gana con autoridad a Fognini. Está a la altura de la pelea que le pone el italiano en el primero y le responde a aquel con todo el arsenal que guarda en algún lugar recóndito. Ese lugar que ni él mismo sabe dónde queda con exactitud.
Luego lo arrasa al mediterráneo en el segundo y tercero. Lo vuelve inhabitable. Nada de provecho crece a su alrededor. Ni una planta. Ni siquiera el ligur puede convertirse en un solitario hongo. Nada.
Berdych se prepara para el siguiente partido, sueña seguramente con junglas, selvas y bosques. Sueña con Nueva York entonces.

Berlocq destruye a Riba en la primera ronda. Djokovic hace lo mismo con el triunfador de aquella ronda. El pez grande se come al pequeño. Y al pez grande se lo filetea un extraterrestre. Algo anda mal en la secuencia. Repitamos.
Mejor no sigamos, pues ya queda meridianamente claro que cualquier secuencia va a salirse de tono al poner a Djokovic en ella. Así de diferente se presenta el serbio.
Berlocq entiende su humilde papel en el partido y aunque no disfruta de su comienzo, luego se une a la fiesta. No es falta de seriedad lo que hace el argentino, es simplemente intentar perder con la dignidad intacta. Sin traumarse porque le están dando una paliza.
Consigue dos games en todo el match. Pero esos dos games no se los regala Djokovic, él los gana. Lo importante es que el gaucho pierde el partido, pero nunca lo entrega. Retirarse es entregar el partido. No es ser pez pequeño o grande. Simplemente, es ser el gusano ensartado en el anzuelo que nadie muerde. Simplemente eso. Bien por Djokovic y Berlocq que salvan el día y una buena pesca para los espectadores.


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