martes, 23 de agosto de 2011

Cincinnati. La semana romana de Andy.

Aunque aquel mismo no lo sepa, los siete últimos días del escocés han completado una semana romana en medio de los Estados Unidos…

Andy Murray acaba de ganar el Masters de Cincinnati y en medio de la celebración por su victoria, es posible que no recuerde si le debe algo a la fortuna por el título recién conseguido. Es posible también que no recuerde como aquella trabaja y los plazos que debe de cumplir. Sigue siendo más seguro aún (hagamos la apuesta en una rueda) que no sepa quién es Boecio o siquiera lo haya oído nombrar.
No sería del todo descabellado entonces, que la primera vez que vino por aquí, el bueno de Andy haya confundido el origen del nombre de la ciudad con el de una tribu india. Sigue siendo más seguro aún, que no le interese siquiera la historia de Cincinato, aquel arquetipo de virtudes romanas.

Después del desastre de Montreal la semana pasada, a Andy le quedaba meditar la estrategia mientras reculaba en su habitación del Hotel. El primer partido de Murray lo llevaría a enfrentar a Nalbandián. El argentino que siempre ha sido una incógnita, solo le opuso resistencia en la primera manga. La rueda giraba de nuevo para Andy, llevándolo esta vez hacia arriba.
Luego vendría Bogomolov, que a sus 28 años, pasa por el mejor momento de su carrera. Aquel le opondría dura resistencia, especialmente en el final, pero aún así caería ante el juego del británico. Al buen desarrollo de Murray en el partido, se le sumaba a su favor otra variable, el cansancio que tenía el rival llegado desde la ronda de clasificación. La fortuna le sonreía al joven británico una vez más.

Gilles Simon lo esperaría en cuartos con un gran equipaje de sets a cuestas. El francés venía de batallar encarnizadamente sus partidos y de triunfar en todos ellos. El escocés mientras tanto, se organizaba en torno a su saque para evitar mayores sorpresas.
El resultado demostró la estrategia superior del británico y el guiño de la fortuna al colocarle una piedra más a la cansada espalda del galo.
Mardy Fish resultaría siendo el más peligroso de todos sus contrincantes. Antes y después. El estadounidense tendría varias oportunidades para sacar el partido adelante, pero sus errores le detendrían igual cantidad de veces. En el set definitivo ambos jugadores se turnarían en los quiebres hasta llegar al tie break. Fish terminaría por doblar la rodilla en otra pelota tonta que no supo defender.
Andy había ganado sin hacer mayor cosa, pero también sin haberse ido del partido en los momentos más desesperados. Sin duda, el partido más difícil de todos, por lo vivido y porque la fortuna nunca pareció sonreírle en demasía al británico, ni siquiera en la ventaja que significó un Fish desconocido y extremadamente torpe.

La final lo llevaría a enfrentar al casi invencible serbio. 57 victorias y solo una derrota en toda la temporada parecerían asustar a cualquiera. Pero Murray no estaba asustado, a lo mucho nervioso. Al menos cuando no pudo mantener la ventaja bien entrado el primer set. Pero algo ocurría en Djokovic para ceder la igualdad nuevamente y para no encontrarla nunca más. El serbio no se recuperaría finalmente y terminaría por perder el partido al retirarse antes de tiempo.

¿Qué tan roto puede estar un jugador que en la parte física se mostraba entero hasta el día anterior? ¿Cedió aquel el Masters para tener chances en el US OPEN?
Como estás dos preguntas se pueden hacer muchas otras, que al fin y al cabo serán solo especulaciones hasta que llegue el día de la contienda en Nueva York.
Lo seguro es que si el serbio se hubiera entercado, decidiendo resistir un poco más, la lluvia pronosticada lo habría salvado. Al menos por un momento. Aquel no lo quiso así.

Murray mientras tanto festejaba a la fortuna sin saberlo. Atraía en una danza silente a la lluvia que terminaba abruptamente la ceremonia de premiación. ¿Habrá cambiado con ello la suerte de Murray para el abierto de los Estados Unidos?
Nadie lo sabe aún. Andy ya piensa en Nueva York y en repetir lo conseguido aquí. Piensa en prolongar por dos semanas más, su semana feliz en Cincinnati. Tiempo suficiente para mejorar su tenis y también para saber de Boecio y Cincinato. Pero sobre todo, tiempo suficiente para lograr que las nubes negras no vuelvan a opacar su carrera. Con baile o sin él.


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